Cerca de 1873, estos caniches, tan alineados y como atildados, debieron asistir a una especie de clase victoriana donde la obediencia, el orden, la disciplina y la corrección eran el hueso de cada día y la única opción. Es probable que, para conseguirlo, recurriera este Profesor al castigo, la reprimenda, el aislamiento, la retirada de alimentos, la severidad, la indiferencia, la humillación, la amenaza, más el resto de excesos que aplicaban, a casi todo lo vivo, en aquella época.
