
De entre todos los perros que tenía y entrenaba, su setter Bill (Billy) era el menos capacitado para hacer cualquier cosa, decía Minnie, así que lo dedicó a su espectáculo de estatuas vivas. Desde 1899 recorrieron Europa, Estados Unidos y Australia. De un blanco puro, contrastaba con el lienzo negro sobre el que Chester programaba la función, cuando este dúctil Bill debió reemplazar a Thirteen, que murió tras un prolongado resfriado. Llegó a tener una póliza aseguradora de diez mil dólares, y Minnie se ganó la vida durante muchos años, posando ambos su quietud. No son fotografías de estudio, en escenas de caza, como algunos suponen… Es supervivencia.

