La vida cotidiana de los ‘bohemios’ en París era la siguiente: coincidir en los salones de moda con Anatole France, Courteline, Jean Lorrain…, Renard, Daudet. La escritora Colette se encontraba con Proust, Valery, Lucien y Jeanne Muhlfeld. Además de perros, cine, circo, paseos, parques y ríos. En los viernes musicales lo habitual eran Fauré, d’Indy, Debussy, Ravel… Y lo mismo le sucedía a Natalie Clifford Barney hacia 1884. De ascendencia americana, autora, celebraba en su salón literario, en la Rue Jacob, en el antiguo hotel de Adrienne Lecouvreur, reuniones descritas como el gran «templo a la amistad». Natalie sirvió a Colette como modelo para Flossie en Claudine, y consideraba que «las cosas reales exigían un verdadero paisaje», daba igual si ladraban o maullaban… Pero llegar a decir que tanto Colette como Natalie preferían los perros por su total sumisión, abnegación y adoración fue decir más bien poco. O más bien nada.