… Decía el poeta Henry Wadsworth Longfellow en 1874. Su perro Trap traía constantes compañías caninas a la casa, o bien escapaba hacia Chelsea porque allí había ratas que perseguir, según el escritor. Su perro no hablaba y, aún así, él estaba seguro de lo que conversaban los ojos de su Scotch terrier. Gran parte de los poemas que el inglés Henry escribió, estaban en ese intercambio de miradas; los ojos de Trap observaban a las yerbecillas jugar, y entonces le miraba a él, y le interrogaba. Y se abrían las ventanas, entraba la brisa y nacía un verso, o algo similar.
