
Como sucedía con cada revista satírica de aquellos años, el documental de la época fue la caricatura, una manera de mostrar anomalías, hipocresías sociales y políticas, guerras, desajustes y desigualdades. No hay ilustración en el semanario Puck (1876-1918) que carezca de perro en todas sus variantes, razas, tamaños, edades, capacidades. Aquellos ilustradores tenían el recurso, ya desde la fábula, de comparar a figuras de gobernantes con animales diversos. El falderillo, en este territorio de la sátira, ocupa el lugar del observador, del no lastimado, del que mira altivo el desorden alrededor, el privilegiado que es arropado constantemente. Es la visión de unos animales que fueron personificados, o de personas que fueron animalizadas, no sin razón.