«Los ladrones de perros utilizaban el anís o la valeriana, que tenían el poder de privar del olfato durante varias horas, por lo que el animalillo quedaba desorientado, se alejaba, se dejaba llevar sin resistencia alguna. Otros vigilaban a estos perros elegantes y de lujo, los examinaban, los seguían, luego colocaban avisos en periódicos con la venta de un perro de similares características y, en cuanto recibían respuesta o una oferta, lo robaban. Otra forma era a la inversa; rumiar los anuncios de perros perdidos (muy comunes los setter, terrier o perdigueros), y en sus ‘almacenes’ buscaban al más parecido y lo siguiente era enseñarle a responder con el nombre del perro ‘desaparecido’ y buscado. Es de 1774 un anuncio en Madrid, tras ‘perderse’ un perro faldero muy fino, con puntas rubias, y para la gratificación debían dirigirse a la dirección del secretario de la embajada de Baviera. Durante el mes de marzo el aviso no surtió efecto. Ya en abril, y de forma más anónima, surgió el anuncio de que se compraba perro fino, faldero, «blanco con puntas rubias, ponerse en contacto con el personal de la embajada de Baviera…», ya a la desesperada.» (Perrillos del Halda)