
Poeta, traductora, músico y pintora ocasional, nació en Irlanda, vivió al sur de Francia, se trasladó a Italia y fue en Florencia donde su casa se convirtió en el lugar más destacado para el encuentro de liberales, músicos, escritores, así como de diversos personajes del entorno artístico florentino. Tras la pérdida de su único hijo, Louisa enfermó y su salud se fue deteriorando; sólo encontró consuelo en la pintura, lo epistolar y el amor hacia sus perros. «Murió en 1865 y su marido convirtió la casa marital en una especie de santuario para preservar y cultivar su memoria, avanzó sus proyectos, reorganizó sus libros, dibujos, escritos y notas, que más tarde donaría, en parte, a la Biblioteca Marucelliana en Florencia». (El autorretrato con falderillo blanco, delicadamente compuesto, permanece expuesto en la Galería Uffizi.)