
«El gran mérito de los Perros de Juguete es que no sirven para nada ni a nadie. Son alimentados, admirados y, a veces, mimados, y sin aportar nada en absoluto. No mantienen a distancia a los mendigos ni a los ladrones, ni ven a las ovejas ni cazan, tampoco ganan carreras ni ayudan a hombres ciegos,.. Desde un punto de vista estrictamente utilitario, es imposible decir algo favorable al respecto tanto de pugs o spaniels como de pomeranios… Sin embargo, la pasión por estas mascotas no es el resultado de la ociosidad moderna… En la más antigua de las esculturas ya había perros representados como simples acompañantes de hombres y mujeres, y un perro sentado a la derecha del Rey ha sido durante siglos innumerables una normalidad…» Y así, durante párrafos sinfín, esta firma anónima explica la inutilidad y futilidad del falderillo, sin admitir que, en muchas ocasiones, y gracias a su presencia, algunos humanos han pasado a la historia. Esta efusividad en su contra fue una constante durante, al menos, todo el siglo XIX.