Arqueología empática. El Hueso.

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La cabeza de la mujer se apoya en el regazo del  perro, en el halda, como lugar de refugio, protección y de descanso eterno (a la derecha). Saber la razón sobre estos enterramientos, más habituales de lo que imaginamos, es complejo, así como lo es desentrañar otros muy cuidados que conforman figuras, símbolos, mensajes….  La arqueóloga y paleozoóloga Corina Liesau, que investiga cómo determinados animales han quedado vinculados ‘para siempre’ al inhumado, estima que en ciertos paralelismos con el mundo ritual ocurre que en los “relatos funerarios no falta la incorporación de algunas especies con las que los humanos hemos establecido intensas relaciones afectivas y de trabajo, como son los perros”… Los enterramientos de estos cánidos los ha ido relacionando Liesau, entre unos y otros expertos, con actos de fundación/consolidación. En el yacimiento calcolítico del Camino de las Yeseras (Madrid), localizaron ocho cráneos, con algunas primeras vértebras, colocados de forma sincrónica, y un perro con ajuar: un hacha pulimentada. «Quizá el más interesante hallazgo, desde este punto de vista (el de los posibles espacios y escenarios que ocupan animales y humanos, y todavía en estudio dicho yacimiento), sea el ‘de un infante de dos o tres años…, reposando sus pies sobre un lecho preparado con un cuervo, también colocado boca abajo, y con las alas ligeramente explayadas…, y el can…, una perra parturienta que fue colocada cerca de la cabeza del niño, y no a sus pies”.  Y lo último que es reciente noticia, de forma colateral, lo describe este titular: Arqueólogos de la Universidad de Zadar (cerca de Karlobag, en la costa del Adriático) usan el portentoso olfato canino para encontrar restos humanos prehistóricos. (¡Huesos!)

 


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