
Marzo, recogido por el poeta Alfred de Musset, soportaba tres conflictos; no ser nacido en París, ser un galgo vinculado con la caza o las carreras y ser abandonado por inútil algo después de nacer. Un perro pagaba impuestos elevados, según a lo que estuviera destinado. Y nadie, en aquella época (1847), mantenía a un can que considerase inútil y que esto además le costara dinero. Musset sí invirtió tanto en su salud como en alimentarlo bien, así como en su amistad. No le afectaba su origen ni que temblara como un galguillo veneciano. ¿Pero qué era un perro parisino en aquellos años de Musset? «…Al igual que el parisino, siempre tiene prisa, pero no le importa malgastar la mitad del día en trivialidades. No persigue ni ladra a los automóviles, sino que los ocupa… Si no ha nacido en París, no sabe cómo cruzar una calle y, si su maestro lo abandona un instante, pierde la cabeza por completo… Pero el capitalino charla tranquilamente, se detiene, y ha sido madurado por la civilización; es difícil de sorprender; le gustan las calles… (Alfred Barbou)» De Musset hizo de Marzo un galgo parisino. Vivió diecisiete años, delicadamente cuidado por Madame Martelet desde que Musset falleció en 1864. Marzo fue enterrado en la zona de Auteuil (hoy, rue de Musset, zona del Louvre; el corazón de París).