
Pareciera como si a Maureen Guinness —una de las tres hijas herederas de la cervecera homónima— no le hubiera dado tiempo a vivir, aunque muchos opinen lo contrario. La novelista Nancy Mitford (1904-1973), una cuñada de la familia, lo expresa de esta cruda manera: «…Una aristócrata en una república es como un pollo cuya cabeza ha sido cortada; puede correr de una manera viva, pero en realidad está muerta». La fotografía pertenece a 1930, y a una serie realizada para la revista Country Life, cuando todavía el bulldog inglés se asociaba a la marca hasta que un día decidieron que era más ‘irlandés’, y acorde, un arpa celta. Acaso quien la acompaña ni se llamara Bung ni Brewer, y fuera una especie de uso de palabras fuertes y sonoras, recias y hondas, como el sabor de aquella Guinness o como la propia raza ‘bull’. Otro caso de marca asociada a un perro; un falderillo grande al servicio de la publicidad. «…Dicen que Maureen Guinness era la más extrema de todas las hermanas… La más excéntrica e imprevisible. Ellas tenían vidas tristes y turbulentas… Maureen era como una pinta de Guinness: espumosa en superficie, pero mortalmente oscura en su interior.» (Maggie Armstrong)

Por otra parte, la misma marca de cerveza irlandesa, Guinness, estableció que cada 18 de noviembre fuera el Día Mundial de los Récords Guinness. Se estableció con el fin de promocionar los nuevos récords mundiales, desde los más sorprendentes e insólitos hasta los más habituales, donde, entre otros, los perros ostentan un protagonismo muy particular desde que se inicia la publicación en 1955.
