Las Damas Llangollen y su galguillo veneciano

Eran dos grandes amigas Sarah Ponsonby y  Eleanor Boiler, ambas de Dublin y huérfanas el mismo día, el mismo mes y el mismo año, y habían pertenecido a la aristocracia de mediados del siglo XVIII. Se prometieron amistad eterna y perfecta; aceptaron no separarse nunca ni distanciarse, y permanecer en libertad, sin matrimonios ni otras ataduras. Encontraron una casita aislada en Gales, en la cumbre de una montaña, se retiraron del mundo y fijaron allí su residencia en la más profunda soledad y hasta el final de sus días. Un bello prado alimentaba a su rebaño, y un bosque las acompañaba en los paseos. El resto, un galgillo, un ternero, una yegua, sus bibliotecas, la música, y visitantes que se acercaban, o por curiosidad o por tener noticia de aquella amable y utópica existencia, que se convertiría en leyenda. Eleanor falleció el dos de junio de 1829 y Sarah sobrevivió dieciocho meses a su ausencia.


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