
«Hay una sección de perros de lujo que es una verdadera monería. Unos descansan sobre riquísimos almohadones de raso, y otros en lindos cestillos y cunas. No les falta más que una pianola y un tomo de versos de Rubén Darío para que no se aburran los pobrecitos… Un perrito faldero suele ser una intima alegría y un gran consuelo. Yo he visto junto a esas jaulas figuras femeninas que los miraban con arrebatado afecto, mientras los chuchitos abrían sus bocas rosáceas y agitaban nerviosamente sus lenguas suaves, en demostración de entusiasmo.
Llegada la hora de cerrar el lugar de la exposición, es cosa de ver, aquel ejército de señoras de todas las edades y tipos, lanzarse a las jaulas y sacar de ellas a sus adorados cautivos. iQué demostraciones de júbilo! |Qué arrebatos de pasión! …Por eso, se ven por allí hombres fornidos de varonil continente, que al presenciar tales escenas, suspirando con energías de fuelle de fragua, exclaman, dirigiendo incandescentes miradas a las extremosas damas: lQuién fuera perrol» Firma: Un pequeño Reporter. (La Hoja de parra, 1913)