
Poco se sabe del trabajo resultante de Edward Gillett (1874-1964) en sus espectáculos de perros y de monos, con los que se ganaba él la vida hacia 1900 en Estados Unidos. Como en el caso de los falderillos que acompañaban a algunas damas, las razas elegidas solían ser también de pequeño tamaño, ágiles, inteligentes y dóciles; también económicos, pues comían menos que un san bernardo, y fáciles de transportar, pues solían acomodarse en cualquier huequecillo. Así que este terrier de Gillet, que es fotografiado en un año inconcreto, muestra esa manera y esa dulzura incondicional de ese pequeño perrillo capaz de llenar los teatros, arrebatar la mirada de los niños y de los adultos en cualquier espectáculo y sostener económicamente a muchas familias a lo largo de la historia, de los tiempos y también de las vicisitudes. Aún así, en la actualidad se analiza esta utilización del perro como una relación antinatural, por lo que conlleva de explotación.
