Pep nunca fue el preso n° 2559. Un halda vacía.

El anecdotario de la prensa fallida dice que Pep asesinó al gato de la sufragista Cornelia Bryce (Pinchot), y que fue condenado a cadena perpetua en ese mismo año de 1924. Tampoco es cierto que el gobernador de Pensilvania, Gifford Pinchot, dictara esta sentencia condenando a Pep por matar al gato de su esposa Cornelia. Sí le hicieron su ficha policial, como Pep the Dog Bertillon, pero fue una broma de los vigilantes de la prisión (Eastern State Penitentiary), cuando este setter irlandés fue incluido en un experimental programa de terapia emocional para estabilizar a los reclusos, y fue ‘cedido’ por la familia Pinchot para tal fin. Es factible que Pep se llevara mal con el gato, y es probable que no respetara los muebles de la familia, así que nunca regresó al hogar de los Pinchot; pasó toda su vida en la misma cárcel que albergó a criminales como Al Capone, conquistó el cariño de los presos, fue un compañero más y le cuidaron hasta el último día de su vida. Pep murió por causas naturales y fue enterrado en la penitenciaría. (La mayor parte de esta investigación es mérito de Jo Hedwig Teeuwisse, Fake History Hunter).


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