
Muy probablemente este mastín o san bernardo no fuera de la actriz Matilde Moreno, y sí el perro actor para el drama El anzuelo de Fenisa (López de Vega), representado con gran éxito en el Teatro Español (Madrid), y que el fotógrafo Kaulak inmortaliza para la revista Mundo Gráfico en 1912, junto a la actriz.

No se sabe grande, desconoce su corporeidad, su fuerza, y lo imponente que puede ser la raza san bernardo o gran mastín, no forman parte de su observación. Aún así, estos enormes canes querrán colocarse sobre el regazo como si midieran escasos centímetros y su peso fuera leve, harán las mismas zalamerías, se girarán y alzarán sus manos exactamente igual que un pequinés; no perciben dimensión en el cariño ni diferencian el lugar a ocupar. Una gran ternura de cachorro asoma en sus expresiones y lo mismo sucede en sus gestos. Su gran esencia física no es corpórea; es un muy normalizado contexto de emociones y maneras de sentir.
Y si alguien considera exagerado e infundado lo anterior, rememore la idea del burro desde la fábula The Donkey and the Lapdog, o desde la literatura, y sirva como ejemplo esta visual:

«…es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos… Es tan igual a mí que he llegado a creer que sueña mis propios sueños.»
Fragmentos de Platero y yo.
Juan Ramón Jiménez.