
©vecteecy
Llevando o trayendo, moviliza nubes y hasta pareciera que el cielo también viaja; el viento embelesa a cada perro –sea cual sea su tamaño–, celebra y disfruta sentirlo de frente, corre hacia él y lo recibe, olisquea a distancia; verlo y perseguir su ruta a través de la ventana con su sonido de tiempo y de kilómetros, y sus olores y rastros, que acercan a otros lugares y a otros seres, es una de sus constantes. Dice, el viento, si lleva lluvia, si hará calor, si serán más largos los días, si la noche serà algo más oscura. Es la caja de sorpresas futuras para un perro, pues ese viento, leve o tormentoso –da igual su tamaño–traslada las semillas que serán un árbol con su sombra o un fruto próximo, y lleva en su halda la tierra que hará las cosechas y arrastrará también la arena de cada duna para construir luego unas playas muy lejanas, que el perro ya barrunta.

“Tengo una afinidad con las criaturas desde siempre. Su forma y movimiento, esencia física y presencia espiritual me inspiran”