Nina sin su invierno

Nina de Callias, conocida como Nina de Villard, vivió separada de su esposo, Héctor de Callias, autor de Les Mirages parisiens y editor de Le Figaro. El salón de Nina vio todo lo que París tenía de inteligencias turbulentas y bromistas alegres, políticos, hombres de letras, artistas, bohemios. Los habituales de la casa se llamaban Paul Verlaine, Stéphane Mallarmé, los tres hermanos Cros, Jean Richepin, Catulle Mendès… Hija de un abogado de Lyon, su verdadero nombre era Marie-Anne Gaillard, y nacida en Montmartre en 1845. Música notable, virtuosa del piano, enamorada de todo lo que fuera arte o literatura, presumiendo de ser una artista integral, no podía concebir una existencia más hermosa que la suya, dedicada a músicos, poetas, pintores. El mismo Mendès, que escribió un libro cruel sobre este entorno fantástico, La Maison de la vieille, estuvo obligado a reconocer que Nina fue infinitamente amable y de exquisita inteligencia. Fue Manet quien le pidió que posara para él, y ella aceptó, halagada, en 1874. A las sesiones asistía el poeta Charles Cros, que era una especie de secretario y con quien fue colaboradora en la segunda publicación del Parnasse contemporain (origen del movimiento parnasiano). Nina falleció el 22 de julio de 1884 a los 41 años. La muerte, al menos, le ahorró lo que más temía: la decadencia. Dejó un perro, un salón, una biblioteca y un legado de versos que, bajo el título Hojas parisinas, fueron publicados en 1885. Aún así, murió del todo abandonada, en horas tristes, sin los deseos que dejó escritos en un extraño testamento donde especificaba que, entre otras cosas, en su funeral se cantara una misa compuesta por un músico desempleado. (Manet: histoire catalographique, de A.Tabarant, 1931)


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